miércoles, 30 de enero de 2013

1x05 - La huida






 

-¡¡Quédate quieta donde estás, o te juro por Dios que te meto un balazo y luego te doy de comer a los perros!!

La silueta femenina se dio media vuelta, de cara al hombre que le apuntaba y que vestía con el uniforme característico del negocio. Le miró asustada y cansada de correr.

50 metros más al este, y a una mayor altura, junto al borde de un precipicio rocoso de más de 200 metros de altitud, otra joven figura femenina se hallaba frente al vacío.

Tres disparos impactaron contra el primer cuerpo, desvaneciéndose entre los matojos secos del bosque.

50 metros más al este, y a una mayor altura, un cuerpo se precipitaba al vacío.


Tres horas antes


Septiembre. Faltaban tres días para que se cumpliesen cuatro meses de la desaparición de las chicas de Viver, y algo más de tres del hallazgo del cuerpo, descuartizado y con signos claramente de tortura, de Carla Santana.

Tanto en el pueblo como en Valencia, ciudad natal de las tres chicas, se preparaba una gran manifestación para reivindicar que las dos jóvenes, de casi 22 años, volvieran sanas y salvas a sus casas, con sus familias. Iban a salir a la calle para que se hiciera justicia y los culpables pagasen con pena de cárcel el delito, pues estaba claro que no habían desaparecido por voluntad propia.

Un nuevo curso había comenzado, los compañeros de la universidad estaban colaborando también para la manifestación.

Había una gran expectación en los medios. Todo el mundo hablaba del caso, se empezaba a rumorear que una mafia rusa había establecido sede de su negocio en España. Los principales periódicos del mundo estaban preparando una portada con la fotografía de Natalia y Sara, donde salían juntas sonriendo. Lo cierto es que tenían un gran parecido.

Evidentemente el miedo comenzaba a propagarse por todas las familias españolas, en la última década el número de secuestros y desapariciones planificados por las mafias se había triplicado. La gente se unía a la causa y luchaba por la seguridad de todos.


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-Tenemos que cuidarnos bien, y cubrirnos las espaldas. Ahora más que nunca debemos estudiar muy bien nuestros pasos. Llevamos aquí más de 11 años, y no hemos tenido problema alguno. Anonymous funciona a la perfección, tenemos clientes de todo el mundo, multimillonarios que pagan sus fetichismos e idas de olla por un dineral. ¡Aquí nadie compra su libertad!, ¿¡está claro?!

Tres individuos de constitución fuerte, vestidos totalmente de negro, con el uniforme, de pie, asintieron. A continuación salieron del despacho y se alejaron por un pasillo, que tenía varias goteras. Estaban bajo tierra.


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-Sara… Sara.., despierta. –Decía Natalia, adolorida, derrumbada, sin fuerzas.

Sara no respondía. Estaba maniatada por los brazos a la jaula de dos metros, dentro de esta, como su amiga.

No se escuchaba nada, las paredes parecían sucias, oscuras, y no olía demasiado bien.


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-He presentado la dimisión, como vosotros queríais. –Dijo Svetlana, muy seria y recta frente a un hombre sentado en la silla de su despacho, de espaldas a ella.

-Perfecto. Desde ahora dejarás de ser Alexandra, profesora de Turismo. Tenemos nuevos planes para ti.

-Con todo el respeto, pero no estoy de acuerdo. Es muy sospechoso el movimiento que voy a hacer. Pueden descubrirme.

-Cállate. Tú no tienes ni voz ni voto. No quieras terminar como el inútil que casi pierde a la niñata de Viver, la 14, ni como la inépta de Santana. ¿O sí? –Respondió esa persona imponente y superior. –Por su culpa casi llega a su casa, faltó nada para que el vecindario se enterase de lo que estaba sucediendo. Tenía que ser algo rápido, sin complicaciones.

-Yo ya dije que en ella no podía confiarse, y en cuanto a la 14, Sara Expósito, esa chica estaba echa una fiera, por eso pudo escapar.

-Ya no importa eso. El tema quedó zanjado y solucionado. Tanto él como Santana pasaron a un mejor mundo. Porque desde luego quienes no nos sirven, que tengan claro que van a sufrir y que nada bueno pueden esperar de nosotros. Tú deberías saberlo mejor que nadie. –El hombre se volteó desde la silla mirando fijamente a Svetlana. Le arqueó la ceja derecha con semblante serio.

-Largo, ya te volveremos a llamar para darte instrucciones. –Terminó por decir.

Svetlana estaba asustada, sabía que algo no iba bien. De pronto querían que dejara su falsa identidad y la cambiase por otra. Algo estaban planeando para ella, y nada bueno como le acababan de decir, podía ser.

Se dirigía por el pasillo con unas botas altas, unos vaqueros ajustados, y un suéter fino que por la parte de detrás llevaba plasmada la pieza de puzle encadenada. Tenía un cuerpo muy atractivo, y su cabellera larga, rubia y lisa, le caía sobre los hombros, que junto a su piel blanca contrastaban con el uniforme.

Caminaba a grandes pasos, volteando la cabeza mientras atravesaba el largo pasillo, mal iluminado. De pronto, pasó junto al despacho nº9. La puerta estaba entreabierta y vio de reojo la silueta de dos hombres. Eran miembros de Anonymous.

Le extrañó que estuviesen en ese despacho, reunidos los dos. Decidió retroceder, y silenciosamente, poner atención a lo que hablaban.

-Has entendido lo que tienes que hacer, ¿verdad? De hoy no puede pasar. Se lo ha creído demasiado durante los últimos meses. Se piensa que por haber vigilado a la 14 y a la 15 durante todo un año y conseguir toda la información posible de ellas, tiene derecho a algo más que ser una simple subordinada.
Desde que entró a formar parte de Anonymous su ámbito fue el de la vigilancia y prefase A. Puede traicionarnos en cualquier momento y en cualquier caso han decido prescindir de ella. Tienen a alguien más competitivo y eficiente. Además, siempre nos dio problemas con Santana. Esas dos estúpidas nunca supieron llevarse bien.

-Entendido. –Respondió el otro individuo.

Svetlana se quedó boquiabierta, y el corazón se le aceleró. Supo de inmediato que la iban a matar, y no iba a ser una muerte rápida. Cuando alguien les traicionaba, quería salirse de Anonymous, o se creía más listo que todo ello, acababa formando parte de el espectáculo.
No quería que la torturaran salvajemente pese a que ella fue quien tuvo que acabar con Santana. Era ella la que se escondía tras la bata negra y el protector de plástico que le cubría la cara para que la sangre no le salpicase cuando, con la motosierra, cortase las cuatro extremidades de la joven, por petición del público.

Svetlana, pese a todo, era una mujer de carácter fuerte y no pensaba dejarles rienda suelta. Esos cabrones no iban a deshacerse tan fácilmente de ella.

-Si vosotros venís a por mi, yo pienso joderos el negocio. –Pensó en ese mismo instante. Acababa de fraguar un plan en su mente, sabía cuál era el punto débil que Anonymous tenía en esos momentos.


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Natalia y Sara eran drogadas a diario, para mantenerlas sumisas y débiles, dóciles y obedientes. Se estaban pasando con las dosis. Sara comenzaba a desvariar, de pronto no reconocía a Natalia y no abría la boca para decir nada. Parecía algo trastornada.

Natalia, por su parte, se sentía muy sola, con mucho miedo. Intentaba reanimar a Sara, hablándole cuanto podía.. pero era inútil, Sara ya no le hacía caso. Estaba demasiado ida.

A Natalia le dolía todo el cuerpo, alzaba la mirada hacia el nudo que la tenía maniatada a las verjas de la jaula. Desesperada comenzó a llorar y a recordar, se arrepentía de haberles mentido a sus padres…



[Flashback]

Agencia de modelos extranjera. Vestuarios.


Natalia entraba con su compañera Inés. Acababan de posar para una sesión fotográfica.

-Sí, es verdad, este siempre había sido mi sueño, quiero llegar a ser una modelo famosa, reconocida a nivel internacional. Entonces mis padres, pero sobre todo mi madre, ya no podrán echarse para atrás. –Le comentaba Natalia en el set del vestuario, entre risas, a una compañera de trabajo.

-¿Pero en serio que nadie de tu familia sabe que estás posando para esta revista? –Le preguntó aquella, con cara de sorpresa y picardía.

-¡Qué va, tía!. Mi madre nunca me lo hubiera permitido, es que no quiere entenderlo, y estoy harta, prefiero posar y ganar mi dinero realmente como quiero. Además, es una revista extranjera, no tiene por qué enterarse. –Se reía mientras terminaba de ponerse los vaqueros y las botas para salir de la agencia.

[Fin flashback]


Natalia seguía llorando, esta vez con fuerza… siempre quiso ser modelo, y cuando comenzaba a entrar en ese mundo, le ocurría esta desgracia, marcándola de por vida, ensuciándola de arriba abajo, por todas y cada una de las partes de su cuerpo, al que tanto aprecio le tenía.

En ese momento entró Svetlana. Iba descubierta, sin pasamontañas.

-¿A..Alexan..Alexandra? –Natalia tartamudeó al verla. Estaba tan sorprendida como realmente débil.

-Cállate, no preguntes. Os voy a soltar, tenéis que iros de aquí ya mismo.

-No lo entiendo… -Dijo entrecortadamente y parando su sollozo.

-¡Escúchame!, si no os vais os terminarán matando en pocos días, después del pabellón 3 el siguiente servicio es el espectáculo. Os van a torturar salvajemente a petición del público. Si escapáis ahora podréis denunciarlo todo.

-Pe…pero.. no puedo moverme.. –Lloraba nuevamente Natalia.

Svetlana tenía acceso, como miembra de Anonymous a todas las contraseñas del pabellón 3 y del 4, donde se celebraba el espectáculo. Asimismo sabía dónde estaban las llaves de las jaulas. Primero desató a Natalia, luego a Sara, que seguía perdida en su mundo, en shock.


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Rápido, salid por aquí, Svetlana se cuidó mucho de sacarlas por la trampilla de seguridad que había junto al montacargas 2, era un acceso que conectaba directamente con la salida al bosque. Estaban en el interior de una montaña, en medio de una sierra, en paradero desconocido.
Pero cuando estaban escapando, las cámaras de seguridad lo detectaron y quien estaba al encargo de la captura de Svetlana salió tras ella dispuesto a matarla. Primero hizo sonar las alarmas.

Inmediatamente después, cuando esto sucedió, 10 rottweilers fueron liberados automáticamente de sus celdas. Era una de las medidas de seguridad que tenían. Estaban perfectamente adiestrados para que devorasen a quienes se les ordenaba. Los miembros de Anonymous debían protegerse de inmediato con ropas acorazadas.

Ellas ya habían logrado salir al exterior. Llevaban unos minutos de ventaja. Svetlana se había alejado junto a los dos jóvenes unos cuantos metros. Corrían bosque a través. Un contacto de Svetlana las iba a esperar al pie de la montaña.

De pronto, toda una serie de disparos se escuchaban, así como a los perros ladrar ferozmente.
Svetlana paró un instante. Les dijo que no podía hacer más por ellas, que se buscaran la vida pero que trataran de salvarse. Ella misma estaba muy asustada, el plan no le había salido como ella pensaba y ahora mismo las dos chicas se habían convertido en una carga. Tenía que salvarse ella. Acto seguido se alejó corriendo mientras los disparos y los perros se escuchaban cada vez más cerca.

Abandonadas a su suerte, Natalia intentó reanimar y hacer entrar en razón a Sara, pero era imposible, y en un acto de desesperación la zarandeó de tal manera que perdió el equilibrio y Sara cayó rodando por una ladera. Natalia, más asustada que nunca y cansada de luchar, trató de esconderse entre los grandes árboles que allí había, a unos metros, en la parte izquierda.

No podía más, estaba realmente cansada de todo, no quería continuar en ese infierno de prostitución, y mucho menos que la torturasen y la matasen como les había dicho la que creían profesora suya.

Los perros y el hombre que salió detrás de ellas pasó de largo, camino abajo, por donde se había ido Svetlana. 



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-¡¡Quédate quieta donde estás, o te juro por Dios que te meto un balazo y luego te doy de comer a los perros!!

La silueta femenina se dio media vuelta, de cara al hombre que le apuntaba y que vestía con el uniforme característico del negocio. Le miró asustada y cansada de correr.

50 metros más al este, y a una mayor altura, junto al borde de un precipicio rocoso de más de 200 metros de altitud, otra joven figura femenina se hallaba frente al vacío.

Tres disparos impactaron contra el primer cuerpo, desvaneciéndose entre los matojos secos del bosque. Svetlana ya no era un problema.

50 metros más al este, y a una mayor altura, un cuerpo se precipitaba al vacío. Natalia, entre lágrimas y con la mirada perdida, se acababa de suicidar...


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1 hora más tarde.

-Cariño, ¿cómo ha ido la reunión del trabajo? –Preguntó una mujer joven que viajaba junto a su marido en el coche, de vuelta a casa.

-Bien, bien, parece que ya todo está solucionado, la próxima semana podremos cerrar el contrato con la multinacional. Habrá que celebrarlo... –Le respondió él con voz sensual, una sonrisa pícara, y mirando a su esposa mientras conducía.

Ella no pudo evitar reírse. Les entró a ambos la risa tonta cuando, de pronto…

-¡Para!, ¡para!, ¡¡para, Emilio!! –Gritó asustada ella.

El coche frenó de golpe. Ella se quitó el cinturón y se bajó rápidamente, dejando la puerta abierta. Corrió hacia delante unos cinco metros.

-¡Llama a emergencias, joder!

En el suelo yacía una joven con la ropa rasgada, el pelo revuelto, sucia, y con un charco de sangre bajo su vientre. Había sufrido un aborto. Era Sara.





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