miércoles, 30 de enero de 2013

1x05 - La huida






 

-¡¡Quédate quieta donde estás, o te juro por Dios que te meto un balazo y luego te doy de comer a los perros!!

La silueta femenina se dio media vuelta, de cara al hombre que le apuntaba y que vestía con el uniforme característico del negocio. Le miró asustada y cansada de correr.

50 metros más al este, y a una mayor altura, junto al borde de un precipicio rocoso de más de 200 metros de altitud, otra joven figura femenina se hallaba frente al vacío.

Tres disparos impactaron contra el primer cuerpo, desvaneciéndose entre los matojos secos del bosque.

50 metros más al este, y a una mayor altura, un cuerpo se precipitaba al vacío.


Tres horas antes


Septiembre. Faltaban tres días para que se cumpliesen cuatro meses de la desaparición de las chicas de Viver, y algo más de tres del hallazgo del cuerpo, descuartizado y con signos claramente de tortura, de Carla Santana.

Tanto en el pueblo como en Valencia, ciudad natal de las tres chicas, se preparaba una gran manifestación para reivindicar que las dos jóvenes, de casi 22 años, volvieran sanas y salvas a sus casas, con sus familias. Iban a salir a la calle para que se hiciera justicia y los culpables pagasen con pena de cárcel el delito, pues estaba claro que no habían desaparecido por voluntad propia.

Un nuevo curso había comenzado, los compañeros de la universidad estaban colaborando también para la manifestación.

Había una gran expectación en los medios. Todo el mundo hablaba del caso, se empezaba a rumorear que una mafia rusa había establecido sede de su negocio en España. Los principales periódicos del mundo estaban preparando una portada con la fotografía de Natalia y Sara, donde salían juntas sonriendo. Lo cierto es que tenían un gran parecido.

Evidentemente el miedo comenzaba a propagarse por todas las familias españolas, en la última década el número de secuestros y desapariciones planificados por las mafias se había triplicado. La gente se unía a la causa y luchaba por la seguridad de todos.


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-Tenemos que cuidarnos bien, y cubrirnos las espaldas. Ahora más que nunca debemos estudiar muy bien nuestros pasos. Llevamos aquí más de 11 años, y no hemos tenido problema alguno. Anonymous funciona a la perfección, tenemos clientes de todo el mundo, multimillonarios que pagan sus fetichismos e idas de olla por un dineral. ¡Aquí nadie compra su libertad!, ¿¡está claro?!

Tres individuos de constitución fuerte, vestidos totalmente de negro, con el uniforme, de pie, asintieron. A continuación salieron del despacho y se alejaron por un pasillo, que tenía varias goteras. Estaban bajo tierra.


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-Sara… Sara.., despierta. –Decía Natalia, adolorida, derrumbada, sin fuerzas.

Sara no respondía. Estaba maniatada por los brazos a la jaula de dos metros, dentro de esta, como su amiga.

No se escuchaba nada, las paredes parecían sucias, oscuras, y no olía demasiado bien.


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-He presentado la dimisión, como vosotros queríais. –Dijo Svetlana, muy seria y recta frente a un hombre sentado en la silla de su despacho, de espaldas a ella.

-Perfecto. Desde ahora dejarás de ser Alexandra, profesora de Turismo. Tenemos nuevos planes para ti.

-Con todo el respeto, pero no estoy de acuerdo. Es muy sospechoso el movimiento que voy a hacer. Pueden descubrirme.

-Cállate. Tú no tienes ni voz ni voto. No quieras terminar como el inútil que casi pierde a la niñata de Viver, la 14, ni como la inépta de Santana. ¿O sí? –Respondió esa persona imponente y superior. –Por su culpa casi llega a su casa, faltó nada para que el vecindario se enterase de lo que estaba sucediendo. Tenía que ser algo rápido, sin complicaciones.

-Yo ya dije que en ella no podía confiarse, y en cuanto a la 14, Sara Expósito, esa chica estaba echa una fiera, por eso pudo escapar.

-Ya no importa eso. El tema quedó zanjado y solucionado. Tanto él como Santana pasaron a un mejor mundo. Porque desde luego quienes no nos sirven, que tengan claro que van a sufrir y que nada bueno pueden esperar de nosotros. Tú deberías saberlo mejor que nadie. –El hombre se volteó desde la silla mirando fijamente a Svetlana. Le arqueó la ceja derecha con semblante serio.

-Largo, ya te volveremos a llamar para darte instrucciones. –Terminó por decir.

Svetlana estaba asustada, sabía que algo no iba bien. De pronto querían que dejara su falsa identidad y la cambiase por otra. Algo estaban planeando para ella, y nada bueno como le acababan de decir, podía ser.

Se dirigía por el pasillo con unas botas altas, unos vaqueros ajustados, y un suéter fino que por la parte de detrás llevaba plasmada la pieza de puzle encadenada. Tenía un cuerpo muy atractivo, y su cabellera larga, rubia y lisa, le caía sobre los hombros, que junto a su piel blanca contrastaban con el uniforme.

Caminaba a grandes pasos, volteando la cabeza mientras atravesaba el largo pasillo, mal iluminado. De pronto, pasó junto al despacho nº9. La puerta estaba entreabierta y vio de reojo la silueta de dos hombres. Eran miembros de Anonymous.

Le extrañó que estuviesen en ese despacho, reunidos los dos. Decidió retroceder, y silenciosamente, poner atención a lo que hablaban.

-Has entendido lo que tienes que hacer, ¿verdad? De hoy no puede pasar. Se lo ha creído demasiado durante los últimos meses. Se piensa que por haber vigilado a la 14 y a la 15 durante todo un año y conseguir toda la información posible de ellas, tiene derecho a algo más que ser una simple subordinada.
Desde que entró a formar parte de Anonymous su ámbito fue el de la vigilancia y prefase A. Puede traicionarnos en cualquier momento y en cualquier caso han decido prescindir de ella. Tienen a alguien más competitivo y eficiente. Además, siempre nos dio problemas con Santana. Esas dos estúpidas nunca supieron llevarse bien.

-Entendido. –Respondió el otro individuo.

Svetlana se quedó boquiabierta, y el corazón se le aceleró. Supo de inmediato que la iban a matar, y no iba a ser una muerte rápida. Cuando alguien les traicionaba, quería salirse de Anonymous, o se creía más listo que todo ello, acababa formando parte de el espectáculo.
No quería que la torturaran salvajemente pese a que ella fue quien tuvo que acabar con Santana. Era ella la que se escondía tras la bata negra y el protector de plástico que le cubría la cara para que la sangre no le salpicase cuando, con la motosierra, cortase las cuatro extremidades de la joven, por petición del público.

Svetlana, pese a todo, era una mujer de carácter fuerte y no pensaba dejarles rienda suelta. Esos cabrones no iban a deshacerse tan fácilmente de ella.

-Si vosotros venís a por mi, yo pienso joderos el negocio. –Pensó en ese mismo instante. Acababa de fraguar un plan en su mente, sabía cuál era el punto débil que Anonymous tenía en esos momentos.


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Natalia y Sara eran drogadas a diario, para mantenerlas sumisas y débiles, dóciles y obedientes. Se estaban pasando con las dosis. Sara comenzaba a desvariar, de pronto no reconocía a Natalia y no abría la boca para decir nada. Parecía algo trastornada.

Natalia, por su parte, se sentía muy sola, con mucho miedo. Intentaba reanimar a Sara, hablándole cuanto podía.. pero era inútil, Sara ya no le hacía caso. Estaba demasiado ida.

A Natalia le dolía todo el cuerpo, alzaba la mirada hacia el nudo que la tenía maniatada a las verjas de la jaula. Desesperada comenzó a llorar y a recordar, se arrepentía de haberles mentido a sus padres…



[Flashback]

Agencia de modelos extranjera. Vestuarios.


Natalia entraba con su compañera Inés. Acababan de posar para una sesión fotográfica.

-Sí, es verdad, este siempre había sido mi sueño, quiero llegar a ser una modelo famosa, reconocida a nivel internacional. Entonces mis padres, pero sobre todo mi madre, ya no podrán echarse para atrás. –Le comentaba Natalia en el set del vestuario, entre risas, a una compañera de trabajo.

-¿Pero en serio que nadie de tu familia sabe que estás posando para esta revista? –Le preguntó aquella, con cara de sorpresa y picardía.

-¡Qué va, tía!. Mi madre nunca me lo hubiera permitido, es que no quiere entenderlo, y estoy harta, prefiero posar y ganar mi dinero realmente como quiero. Además, es una revista extranjera, no tiene por qué enterarse. –Se reía mientras terminaba de ponerse los vaqueros y las botas para salir de la agencia.

[Fin flashback]


Natalia seguía llorando, esta vez con fuerza… siempre quiso ser modelo, y cuando comenzaba a entrar en ese mundo, le ocurría esta desgracia, marcándola de por vida, ensuciándola de arriba abajo, por todas y cada una de las partes de su cuerpo, al que tanto aprecio le tenía.

En ese momento entró Svetlana. Iba descubierta, sin pasamontañas.

-¿A..Alexan..Alexandra? –Natalia tartamudeó al verla. Estaba tan sorprendida como realmente débil.

-Cállate, no preguntes. Os voy a soltar, tenéis que iros de aquí ya mismo.

-No lo entiendo… -Dijo entrecortadamente y parando su sollozo.

-¡Escúchame!, si no os vais os terminarán matando en pocos días, después del pabellón 3 el siguiente servicio es el espectáculo. Os van a torturar salvajemente a petición del público. Si escapáis ahora podréis denunciarlo todo.

-Pe…pero.. no puedo moverme.. –Lloraba nuevamente Natalia.

Svetlana tenía acceso, como miembra de Anonymous a todas las contraseñas del pabellón 3 y del 4, donde se celebraba el espectáculo. Asimismo sabía dónde estaban las llaves de las jaulas. Primero desató a Natalia, luego a Sara, que seguía perdida en su mundo, en shock.


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Rápido, salid por aquí, Svetlana se cuidó mucho de sacarlas por la trampilla de seguridad que había junto al montacargas 2, era un acceso que conectaba directamente con la salida al bosque. Estaban en el interior de una montaña, en medio de una sierra, en paradero desconocido.
Pero cuando estaban escapando, las cámaras de seguridad lo detectaron y quien estaba al encargo de la captura de Svetlana salió tras ella dispuesto a matarla. Primero hizo sonar las alarmas.

Inmediatamente después, cuando esto sucedió, 10 rottweilers fueron liberados automáticamente de sus celdas. Era una de las medidas de seguridad que tenían. Estaban perfectamente adiestrados para que devorasen a quienes se les ordenaba. Los miembros de Anonymous debían protegerse de inmediato con ropas acorazadas.

Ellas ya habían logrado salir al exterior. Llevaban unos minutos de ventaja. Svetlana se había alejado junto a los dos jóvenes unos cuantos metros. Corrían bosque a través. Un contacto de Svetlana las iba a esperar al pie de la montaña.

De pronto, toda una serie de disparos se escuchaban, así como a los perros ladrar ferozmente.
Svetlana paró un instante. Les dijo que no podía hacer más por ellas, que se buscaran la vida pero que trataran de salvarse. Ella misma estaba muy asustada, el plan no le había salido como ella pensaba y ahora mismo las dos chicas se habían convertido en una carga. Tenía que salvarse ella. Acto seguido se alejó corriendo mientras los disparos y los perros se escuchaban cada vez más cerca.

Abandonadas a su suerte, Natalia intentó reanimar y hacer entrar en razón a Sara, pero era imposible, y en un acto de desesperación la zarandeó de tal manera que perdió el equilibrio y Sara cayó rodando por una ladera. Natalia, más asustada que nunca y cansada de luchar, trató de esconderse entre los grandes árboles que allí había, a unos metros, en la parte izquierda.

No podía más, estaba realmente cansada de todo, no quería continuar en ese infierno de prostitución, y mucho menos que la torturasen y la matasen como les había dicho la que creían profesora suya.

Los perros y el hombre que salió detrás de ellas pasó de largo, camino abajo, por donde se había ido Svetlana. 



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-¡¡Quédate quieta donde estás, o te juro por Dios que te meto un balazo y luego te doy de comer a los perros!!

La silueta femenina se dio media vuelta, de cara al hombre que le apuntaba y que vestía con el uniforme característico del negocio. Le miró asustada y cansada de correr.

50 metros más al este, y a una mayor altura, junto al borde de un precipicio rocoso de más de 200 metros de altitud, otra joven figura femenina se hallaba frente al vacío.

Tres disparos impactaron contra el primer cuerpo, desvaneciéndose entre los matojos secos del bosque. Svetlana ya no era un problema.

50 metros más al este, y a una mayor altura, un cuerpo se precipitaba al vacío. Natalia, entre lágrimas y con la mirada perdida, se acababa de suicidar...


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1 hora más tarde.

-Cariño, ¿cómo ha ido la reunión del trabajo? –Preguntó una mujer joven que viajaba junto a su marido en el coche, de vuelta a casa.

-Bien, bien, parece que ya todo está solucionado, la próxima semana podremos cerrar el contrato con la multinacional. Habrá que celebrarlo... –Le respondió él con voz sensual, una sonrisa pícara, y mirando a su esposa mientras conducía.

Ella no pudo evitar reírse. Les entró a ambos la risa tonta cuando, de pronto…

-¡Para!, ¡para!, ¡¡para, Emilio!! –Gritó asustada ella.

El coche frenó de golpe. Ella se quitó el cinturón y se bajó rápidamente, dejando la puerta abierta. Corrió hacia delante unos cinco metros.

-¡Llama a emergencias, joder!

En el suelo yacía una joven con la ropa rasgada, el pelo revuelto, sucia, y con un charco de sangre bajo su vientre. Había sufrido un aborto. Era Sara.





sábado, 19 de enero de 2013

1x04 - In situ






Flashback

Noche del 25 de Mayo. Casa de Carla.

-¡Que te jodan a ti, Marc! –Respondió Sara, furiosa ante el desplante de este.

Se agachó a recoger la bolsa transparente de coca que Marc le había lanzado y se quedó mirando a su alrededor. Le parecía que alguien la observaba. Giró la cabeza a ambos lados y observó con detenimiento, pero todo estaba muy oscuro, y pensó que no era nada importante.

Entonces se apoyó sobre el maletero de uno de los coches que allí había, abrió la bolsa, y con la ayuda de sus dedos se preparó una raya. Sara esnifó con fuerza por la nariz, y le sentó de tal manera que tuvo que sujetarse del alerón del coche. 

Tras unos segundos, volteó nuevamente la mirada hacia el camino que conducía hasta la entrada de la propiedad de Carla, allá por donde Marc había salido enfadado para subirse a la moto y marcharse. Decidió ir a buscarlo, si se daba prisa todavía lo alcanzaba.


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-Eh, Marc, ¡espera!

Marc se giró, le sorprendió que Sara fuera tras ella. –Déjame, estás chiflada! Te he dicho que me dejes en paz y que hagas lo que te salga del puto coño. Pero me debes 200 pavos.

-Oye, tío, vale ya, ¿no? Lo siento. No te pongas así.

-La próxima vez te lo pensarás antes de ponerme la mano encima. –Respondió Marc, mientras se subía a su Harley de color negra y se colocaba el casco. –Adiós.

Marc arrancó y aceleró. La dejó sola en la entrada, con tan solo un farol de iluminación que indicaba que ahí había un camino que conducía a una casa. Marc se alejó a gran velocidad por la carretera secundaria.

Ella se quedó allí de pie, se sentía culpable. Comenzó a llorar. Se le habían ido las ganas de volver a la fiesta. Sacó su móvil y le escribió un whatsapp a Natalia:

-Tía, sal de ahí ya y vente a la entrada del camino.

Necesitaba hablar con alguien a solas, y allí nadie las iba a molestar. Pero justo cuando le dio a enviar se dio cuenta de que no tenía cobertura. Estaba en un punto que dependiendo de donde situaras el móvil cogía o no.

-¡Joder! –Exclamó. 

Fue entonces que, en un intento de búsqueda de cobertura, se dio media vuelta para ver si cogía. Pero algo la asustó. Tenía justo enfrente a alguien. 

-¡Qué susto me has dado!, ¿Qué haces aquí? Está todo el mundo dentro…

-Lo mismo te puedo preguntar yo a ti. –Respondió sin apenas parpadear y con las manos tras la espalda.

Sara miraba confusa a esa persona. –Ya da lo mismo, solo he salido a airearme. Oye, volvamos a casa, me estoy poniendo nerviosa en medio de la nada.

Al tiempo que Sara iniciaba el paso, la persona que tenía enfrente se lo obstaculizó.

-¿Qué haces? –Preguntó Sara mirándole a la cara.

-Lo siento. ¡Tú no vas a ninguna parte! –Sacó los brazos de la espalda y le golpeó muy fuerte con una madera que tenía clavos a la altura de las costillas del lado derecho.

A Sara le pilló totalmente desprevenida y por sorpresa. Cayó al suelo de culo y el móvil se le desprendió de las manos. Le había hecho daño y no sabía qué estaba ocurriendo.

-¿Pero…pero por qué haces esto?! –Le pregunto dolorida y entrecortadamente mientras trataba de ponerse en pie.

-No preguntes, no quieras saberlo. Te ha tocado y punto. Y a tu amiga del alma también. ¿Dónde se ha metido que no la he visto?-Le preguntó mientras le desclavaba la madera y le amenazaba con volver a azotarla.

-Estás loca..!! le he avisado por whatsapp de dónde estaba, probablemente ha visto lo que acabas de hacerme y está regresando corriendo para pedir auxilio!

Carla se giró, intentó ver si alguien estaba al alcance de la vista, pero no vio nada. Inmediatamente después volvió a golpear con fuerza a Sara, linchándose con ella.

Sara gritaba y lloraba del dolor, no se podía mover en ese momento. Carla aprovechó para recoger el móvil de Sara.

-No te muevas, o te destrozo el otro lado de las costillas. –La tenía amenazada. Carla daba miedo. No parecía la misma chica simpática y divertida de clase. Era otra persona.

En ese momento llegó un bmw negro a toda velocidad y frenó en la entrada. Salió un hombre de complexión fuerte, vestido de negro, con botas, vaqueros y un suéter con el grafismo de la pieza de puzle encadenada.

-¡Al fin llegas!! –Dijo Carla mientras revisaba el móvil de Sara y mantenía la madera despuntada sobre Sara.

-Vamos, ve a por la otra, te espero aquí. –Contestó el individuo.

-¡Mierda! Joder!!, le ha enviado un whatsapp a Natalia, es verdad! La muy puta no miente. –Exclamó con rabia Carla.

-¿¡Quieres ir de una maldita vez a por la otra! –El hombre cogió a Sara que estaba herida y débil, la alzó a la fuerza y la maniató. Luego la metió en el coche, en la parte trasera.

Carla volvía dirección a su casa, quería apresurarse para que las cosas no se complicaran. De pronto, vio que el mensaje que Sara le había enviado a Natalia acababa de ser entregado. Y entonces decidió esperar. No era necesario ir a por ella, pues vendría sola. Se detuvo y se escondió entre los arbustos.

Unos metros más atrás, Sara se recomponía, pudo ver que aquél hombre se encendía un cigarro, apoyado sobre el capó del coche, de espaldas. Fue ese el momento el que aprovechó para abrir la puerta. Aunque estaba maniatada pudo abrirla con los pies, y de un modo u otro, escabullirse de manera que pudo salir con cuidado. Entonces, sin hacer ruido, se puso de pie y empezó a correr por la carretera secundaria.

Su casa estaba a poca distancia, solo a unos 300 metros, tal vez se cruzaría con algún coche, aunque fueran ya altas horas de la madrugada. No podía tener tan mala suerte. 

El hombre, en uno de sus giros para controlar que todo fuera correcto, se percató de que la puerta estaba abierta y que Sara había escapado. Tiró al suelo el cigarro que le quedaba y la avistó al final de la recta, a unos 75 metros. Salió corriendo por la carretera, con la pistola que se desencajó de la parte trasera de la cintura. Sabía que no podía llegar mucho más lejos y que la alcanzaría. 

Sara corría herida, y asustada, se giraba para ver si le alcanzaba. 

-Socorro!!,  Auxilioo!!

El hombre cada vez recortaba más distancia, era rápido. Sara tomó un atajo, un descampado de unos 55 metros por el que podría llegar hasta su vecindario. Podía lograrlo.

El hombre la seguía, estaba ya cerca.

-Sara: no por favor!, no! Ayudaaaaaa!!! Ayudaaaaa!!! Por favor, que alguien me ayudee!!! 

No paraba de llorar y de sangrar por el costado, donde le había golpeado Carla. Sara corría y volvía la mirada hacia atrás, intentando que ese individuo, cada vez más cerca de ella, no le alcanzara. 

-Sara: noooo!!! Socorroo!! Que alguien me ayudee!!

Pero justo cuando estaba a punto de conseguirlo, cuando se disponía a subir torpemente por un desnivel del terreno, un golpe seco en la cabeza la dejó plantada en el suelo, e inmovilizada por completo. El hombre le había golpeado con el culo del revólver.


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Ahora sí ya no te escapas, niñata. –El hombre cerró con fuerza el maletero del bmw. Se metió en el asiento del copiloto y cerró la puerta.

-Espero que esto no nos traiga consecuencias, nos dijeron bien claro que querían rapidez y ninguna complicación. A ver si llega ya la otra zorra, le he enviado otro mensaje para que se de prisa. Llevamos demasiado tiempo aquí. –Explicó Carla, que había vuelto al coche.

- Cuidado, ahí viene. 

-Prepárate. –Sentenció ella.

-¡Sara, tía, no tiene ni puta gracia! ¿de qué coño vas? Me dices que sales un momento sin más explicaciones al coche, te desapareces casi media hora, no me coges el teléfono, y va y me envías cuando te apetece un puto whatsapp para decirme que me... 

El hombre abrió la puerta y sorprendió a Natalia, rápidamente la cogió por el brazo doblegándoselo.

-Ahhhhhhh!!!!! Mmmmm!!!! Auxiii…!! –Natalia intentaba pedir auxilio, pero el individuo le puso la mano sobre la boca para que no gritara. 

Ella no se resistía, pataleaba con fuerzas, y se movía histéricamente. Ante los bruscos movimientos que daba para poder liberarse, el individuo le dio un fuerte puñetazo en la cara que terminó por desmayarla.

Carla salió en ese momento.

-Perfecto. Esta nos ha dado menos trabajo. Metámosla en la parte de detrás. –Dijo mientras observaba cómo Natalia se desvanecía sobre los brazos del secuestrador.

Entre los dos la ataron como a Sara de pies y manos, y les pusieron también cinta aislante en la boca.

-Yo vuelvo a la fiesta. Tú ya sabes lo que tienes que hacer. –Espetó Carla.


Fin flashback


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Hoy. Caso de las chicas de Viver. En algún lugar, las cosas están así:




-¡¡Quédate quieta donde estás, o te juro por Dios que te meto un balazo y luego te doy de comer a los perros!!

La silueta femenina se dio media vuelta, de cara al hombre que le apuntaba y que vestía con el uniforme característico del negocio. Le miró asustada y cansada de correr.

50 metros más al este, y a una mayor altura, junto al borde de un precipicio rocoso de más de 200 metros de altitud, otra joven figura femenina se hallaba frente al vacío.

Tres disparos impactaron contra el primer cuerpo, desvaneciéndose entre los matojos secos del bosque.

50 metros más al este, y a una mayor altura, un cuerpo se precipitaba al vacío. 




sábado, 12 de enero de 2013

1x03 - Pabellón 3






-Me duele todo… por favor, soltadme de aquí. –Suplicaba entre sollozos y sin fuerzas.


-Tenemos que ser fuertes… -Exclamaba a su lado, también atada.


-No puedo más… ¿qué fue lo que pasó aquella noche?...


En ese momento entró un hombre con barba, alto y fuerte, con unos vaqueros y un suéter negro con el grafismo de una pieza de puzle encadenada. Traía consigo un vaso de agua y unas pastillas.


-Vais a tomaros esto. –Pronunció el individuo.



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Era domingo y Lucía había salido a pasar el día con Marc a la playa, hacía buen día y ya habían entrado casi en verano. Marc estaba tomándose un baño mientras ella leía la cuore en la arena, tumbada bocabajo, cuando de pronto, escuchó que vibraba algo. 


Su móvil no era porque ella no acostumbraba a llevarlo en silencio, al contrario que su novio, algo que le ponía de los nervios. Palpó en la mochila de Marc, y efectivamente, alguien estaba llamándole. Lucía se volteó para ver dónde estaba exactamente su chico y avisarle, pero no lo vio, así que decidió cogerlo. Era un número oculto.







-¿Sí?


Al otro lado nadie respondía, pero se escuchaba una respiración lenta.


-¿Hola?, ¿quién es?


Fuera quién fuera la persona que se hallaba al otro lado de la línea, tras unos segundos, colgó. Lucía se extrañó y se quedó mirando la pantalla, pero pensó que tal vez se habían equivocado. 


-¿Qué haces?!


Lucía se asustó, Marc la sorprendió toqueteando su registro de llamadas.


-Ahh.. no, nada, que te estaba sonando el móvil y com…


-Lucía, cariño –la interrumpió.- Sabes perfectamente que no me gusta que me mires el teléfono como si fueras una celosa. –Se agachó y tomó una toalla para secarse un poco el pelo, la cara y el cuello.


-Marc, no es eso. Solo quería ver quién te estaba llamando. –Dijo mientras se daba la vuelta y, sentada, alzaba la mirada medio guiñando los ojos por la incidencia del sol a su cara.


-Trae. –Le arrebató el móvil de las manos. Miró la pantalla y tecleó algo. –Ya está. No sé quién sería. Si quiere, que vuelva a llamar. –Y se guardó el móvil en la mochila. –Vámonos a casa a ducharnos y luego te llevo a comer al restaurante más caro y lujoso de la ciudad. –Le besó en la cara, sabía que había estado un poco borde, y por ello quería compensarle. Además, siempre que podía le daba lo mejor a su chica.


Pero Lucía se había quedado pensativa, le había dado tiempo a ver que tenía varias llamadas con número oculto en el registro, y comenzó a atar cabos, pues desde hace una semana se vino dando cuenta de que algo raro pasaba… Recordó cuando estaban en la habitación y no paraba de recibir mensajes de texto y whatsapps el día que fueron a ver Matrimonio para tres, en el Teatro Olympia, cuando le dijo que sería Carla, y luego, mientras veían la obra, seguía pendiente del teléfono… 



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-Pabellón 3. –Leyó en voz baja un hombre de mediana edad, en torno a los 53 años. Accedió a través de unas grandes cortinas rojas-granate a un pequeño habitáculo en el que había un mostrador, tras el cual se encontraba una mujer joven con el mismo uniforme de la pieza de puzle. Era el uniforme de Anonymous. Morena, con el pelo largo, bien peinada y maquillada. Ese era su aspecto. La iluminación más bien era escasa, pero con focos semejantes a los de las discotecas.


-Buenas tardes. ¿Me muestra, por favor, su carnet de socio? –Sugirió la voz femenina tras el mostrador.


-Hola… sí. –El hombre de mediana edad sacó su cartera y se identificó como socio del club.


-De acuerdo,  ¿ha visto ya el catálogo?, ¿sabe ya cuál es su solicitud?


-Sí… -Pronunció algo nervioso y sudoroso. –Hice la reserva hace unos días.


-Ajá. Un momento, por favor, que lo compruebe. –La mujer tecleó en el ordenador y tras unos instantes alzó la mirada, sorprendida, hacia el cliente que tenía enfrente. –Muy bien, sabe que el resto de pago debe abonarlo antes de la cita. Serán 3.100 euros.


El hombre, mirando a ambos lados, nervioso, le entregó el carnet de identidad y su visa para efectuar el pago, y a continuación la mujer le dirigió por un pasillo hasta una habitación.







Ella abrió la puerta. Tenía una cama redonda de 4 metros de diámetro, con sábanas rojas y cojines y almohadones del mismo color, cuyos bordes eran dorados con flequillos. La habitación estaba rodeada de espejos, por los cuatro costados así como por el techo, y una cámara de alta definición descansaba, sobre un mueble con cajones y estantes, enfrente de la cama, esperando para grabar.


-Pase, por favor. –La mujer le cedió el pasó con la mano muy amablemente. –Anonymous le desea que disfrute de nuestros mejores servicios.-Terminó por decirle. Acto seguido cerró la puerta y se dirigió de nuevo al mostrador, donde pulsó la tecla de confirmación de la habitación 12.

 
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-Vamos, la 14 y la 15. Ya está aquí. –Dijo una voz grave masculina entreabriendo la puerta.


El hombre con barba, que vestía de negro, y cuya constitución era gruesa y fuerte, se levantó de la silla del escritorio, cogió la pistola del cajón con la mano derecha, se la encajetó en la parte trasera de la cadera, y cogió de la mesa un manojo de llaves, dirigiéndose a paso rápido hacia la sala contigua.


-¿Estáis listas? –Preguntó retóricamente.


Las chicas ya no decían nada, no tenían fuerzas para pronunciar absolutamente nada. Estaban drogadas y las habían vestido con lencería femenina de color negro. Llevaban el pelo largo, planchado, ambas eran rubias y eran muy bellas. Iban maquilladas y perfumadas. Todo a petición de los clientes, como siempre.


El hombre las liberó de las jaulas que medían unos 2 metros de altura y las amenazó con la pistola.







-Si se os ocurre hacer cualquier tontería lo pagaréis muy caro. –Les dijo con tono amenazante y apuntándolas con el revolver en la cabeza.


Ellas se miraban, tenían la mirada triste, y a pesar de que las estaban alimentando, habían perdido algunos kilos.


Eran Natalia y Sara. Estaban vivas en no se sabe qué lugar.



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[Flashback]


Tarde del sábado 25 de Mayo, día de la desaparición de las jóvenes. Casa del pueblo de Sara. Viver.



-Entonces esta noche vas a venir tú también, ¿no? Vale… necesito que me pases porque ya se me ha acabado. –Hablaba Sara a través del teléfono móvil, caminando nerviosa de un lado para otro de la cocina.


-Sí, ya te lo dije, y no te preocupes, esta noche te doy lo tuyo… pero ya sabes que tú también me tienes que dar algo a cambio. –Sugería una voz masculina al otro lado de la línea mientras Sara se reía pícaramente.


-Ajá… yo sabré pagarte como siempre… si tú cumples con tu parte…


-¿Sara?, ¿con quién hablas? –Natalia la sorprendió en una actitud nerviosa y juguetona. Le medio despistaban esos cambios de actitud.


-Tengo que dejarte. Acuérdate. Ciao. –Finalizó la llamada. –Natalia, ¿desde cuándo te dedicas a espiar a la gente? –Le preguntó molesta.


-No te estaba espiando, me habías dejado sola arriba, y como veía que tardabas… ¿te… pasa algo? Te noto inquieta…


Sara se puso erguida y dejó de apoyarse sobre la mesa cuadrada que había en medio de la cocina. Trató de disimular su mono pasándose la mano por el cabello, enseguida dejó el móvil sobre la mesa, y avanzó hacia su amiga. La cogió de la mano y le dijo que fueran a arreglarse o serían las últimas en llegar a la fiesta. Tenían que estar mejor que nadie para darlo todo.



[Fin flashback]



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Las chicas pasaron a la habitación, el cliente estaba recostado sobre la cama, en ropa interior. Tenía vello excesivo por todo el cuerpo y le sobraban unos 12 kilos. Estaba serio, pese a que no era la primera vez que acudía.


La puerta se cerró tras ellas y la cámara inmediatamente se conectó. Todo quedaba filmado por seguridad.


-Vamos, venid aquí. –El hombre comenzaba a excitarse.


Natalia y Sara no se movían de la entrada, tenían miedo, y estaban cansadas, aunque exteriormente el aspecto pareciera cuidado. 


El hombre se levantó y, más excitado que nunca, las rodeó a paso lento, mientras las olía y las manoseaba suavemente. Ellas sentían asquerosidad, repudiación. En los dos meses que llevaban capturadas ya habían sido violadas 4 veces. Les habían destrozado la vida, a ella y a todas las que allí tenían encerradas. Ya nada tenía sentido, habían acabado con sus ganas de vivir.


Entonces, las echó de un empujón a la cama, tenía fuerza, y como un loco obsesivo les quitó la lencería desgarrándosela, las despeinó y las hizo suyas a la fuerza. A ellas les caían las lágrimas lentamente por el rostro, no sentían dolor, no sentían la realidad, no sentían nada, estaban idas, totalmente drogadas para que no opusieran resistencia.


Introdujo su miembro viril sobre el cuerpo de las dos jóvenes, primero en el de Natalia, luego en el de Sara. Mientras penetraba brutalmente a una, masturbaba a la otra. Sara, tumbada boca arriba, mientras era dolorosamente palpada, reclinó con tristeza y lentamente su mirada hacia el objetivo de la cámara… Fue en ese momento que un recuerdo de aquella noche vino a su mente.




[Flashback]


Noche del sábado 25 de Mayo, día de la desaparición de las jóvenes. Casa del pueblo de Carla.Viver.



El móvil de Sara recibió un whatsapp.


-Sal al coche, ya he llegado.


Sara no había bebido todavía demasiado, estaba bastante lúcida como Natalia. Las dos estaban en el sótano, charlando con otros jóvenes que allí se encontraban. La música sonaba a tope y estaban viendo cómo jugaban un grupo de chavales, entre fumeteo, bebida y risas, al villar.


Sara sacó su móvil y leyó el mensaje. –Ahora vengo, tía. Voy un momento al coche. 


-Ehh… no tardes, por favor, aunque dije que vendría creo que me estoy arrepintiendo, no encuentro la fiesta divertida, Sara. –Le respondió Natalia.


Pero su amiga obvió las palabras de Natalia, lo único que le importaba en ese momento era salir y conseguir lo suyo. Necesitaba su dosis de cocaína. Dejó su cubata sobre el borde de la mesa del billar y subió rápidamente las escaleras del sótano que daban a la planta baja de la casa. Se dirigió con prisas hacia la puerta principal, pero iba tan despistada y concentrada en lo suyo que se tropezó con Ruth, a la salida de la misma.


-¡Joder Ruth!, ¡a ver si miras por dónde andas! –Le espetó con aires.


Ruth no le hizo caso. Solo se reía, todo le hacía gracia, estaba ya bien borracha. Pero sí vio que alguien, un chico bastante atractivo, a quien no recordaba haber invitado a la fiesta, estaba unos metros más adelante, apoyado en un árbol. Observó cómo Sara se reunía con él y este le daba un fuerte morreo.


Por un instante se quedó seria, mirando fijamente, como si reconociera a esa persona, pero acto seguido le vino otro ataque de risa y siguió a lo suyo, mareando por allí junto al resto de los invitados y bailando al ritmo de la música.




-¿Qué haces? –Sara apartó la cara del chaval de la suya. -Dame lo mío y luego yo te pago lo tuyo, pero hasta entonces nada.


-Tss…tsss…tsss… que la merca la traigo yo. No te pongas chula.


-¡No estoy para gilipolleces, dámela ya! –Sara le golpeó, le propició una bofetada en toda la cara y le dejó una marca. Había perdido los nervios.


-¿Qué coño te pasa, tía??! Estás loca o qué?! –Le gritó en la cara llevándose, adolorido, las manos a su moflete izquierdo. -¡Toma y que te jodan, flipada! –El chaval le soltó la bolsita y se la estampó en el suelo. –Esto no se queda así. Que sepas que me debes 200 pavos. –Dio media vuelta y malhumorado se dirigió por el camino de tierra hacia su moto…







Sara estaba rabiosa, y no tenía control sobre sí misma. Para colmo, el chico le dejó casi con la palabra en la boca, allí plantada con sus malos aires, lo que le creó demasiada impotencia. Ella tenía que decir la última palabra…
 

-¡No, que te jodan a ti, Marc!



[Fin flashback]